10 cosas que deberíamos estar haciendo ¡ya! para que esta sea la última hambruna

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ya han alertado sobre una hambruna generalizada. La noticia contrasta con las previsiones que hace muy pocos años nos alejaban de un escenario así. La pregunta es, pues: ¿cómo llegamos a este punto? Y también: ¿hay algo que podamos hacer para frenarla?, ¿cómo podemos, al menos, prevenir una nueva?
Las causas de la situación actual son muchas. Podríamos resumirlas como una suma de variables que, juntas, crean un conjunto de crisis simultáneas con efectos combinados: cambio climático, hiperinflación, las consecuencias de la COVID-19, la recesión mundial, los conflictos bélicos, la deuda pública excesiva y la pérdida de variedades locales de cultivo, entre tantos otros factores.
Todas esas variables, en palabras del director ejecutivo del PMA, David Beasley, hacen que actualmente el mundo se enfrente a “una tormenta perfecta que no solo dañará a los más pobres, sino que también abrumará a millones de familias que hasta ahora han mantenido la cabeza a flote”.
La pandemia del hambre se siente cada vez con más fuerza: ya hay 828 millones de personas que padecen desnutrición crónica. Esto significa que hay 150 millones de personas más que el año pasado (SOFI, 2022). Para el 2030, para cuando estaba previsto alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la FAO estima que 620 millones de personas padecerán desnutrición crónica, casi la misma cifra que en 2015, cuando se firmaron los ODS. ¿Qué podemos hacer?
1. Una política no, varias
Según Máximo Torero Cullen, Economista Jefe de FAO, la única forma de abordar este problema es a través de un portfolio que incluya una variedad de políticas y acciones para alcanzar los sistemas agroalimentarios que necesitamos.
Además, la FAO asegura que podemos alcanzar mejores resultados con los mismos recursos públicos y que es posible aumentar la disponibilidad y asequibilidad de las dietas saludables mediante medidas proactivas en el sector agrícola. Para conseguirlo, cada gobierno deberá plantearse cómo reasignar sus actuales presupuestos públicos para hacerlos más eficaces y eficientes a la hora de reducir el costo de los alimentos nutritivos y promover una alimentación sostenible asequible (SOFI, 2022).
2. Más inclusión, menos burocracia
Los sistemas de protección social y las subvenciones fiscales son poderosas para frenar la hambruna, pero es preciso un mayor esfuerzo para garantizar que sean inclusivas, ajustadas a cada población y que tengan perspectiva de género. Por mencionar un ejemplo, el estudio SOFI 2022 destaca que la producción de arroz, de azúcar y de carnes de varios tipos son las industrias que más ayudas reciben, mientras que la producción de frutas y las hortalizas consiguen menores apoyos, especialmente en algunos países de ingresos bajos.
Por otro lado, la complejidad de los sistemas burocráticos y las decisiones políticas interesadas (tanto a nivel local como nacional e internacional) también entorpecen la respuesta anticipada.
3. Independizarnos de un mundo (mal) globalizado
Estamos en un mundo hiperconectado. Tan conectado que un pequeño cambio en un lugar remoto puede afectar la supervivencia de comunidades enteras a miles de kilómetros de distancia. Una situación que se repite a lo largo de las últimas décadas.
Vimos en primera persona la fragilidad de nuestros sistemas alimentarios durante la COVID-19, cuando comenzaron a faltar los primeros productos en el supermercado. Y lo vivimos hoy nuevamente cuando la guerra de Rusia en Ucrania ha hecho que comiencen a escasear los fertilizantes (poniendo en jaque la viabilidad de las cosechas y, por ende, la producción mundial de alimentos) y de cereales y oleaginosas (disparando los precios de los alimentos). Aprender de estas circunstancias es clave para comprender el valor de producir alimento de proximidad y no depender de cadenas de suministro kilométricas.
4. Apostar a las y los pequeños productores de alimento
En la actualidad, tan solo 8 % de la financiación para la seguridad alimentaria en el marco de la ayuda a la emergencia se destina a respaldar la producción agrícola (SOFI, 2022). Las y los pequeños agricultores, pescadores y ganaderos necesitan del apoyo de las administraciones para acceder al mercado, resistir ante los factores climáticos, gozar de una distribución equitativa de la tierra y contar con oportunidades económicas en las áreas rurales que prevengan el despoblamiento. Asimismo, gozar de una educación que les permita hacer uso de la tecnología para tomar decisiones informadas. En este artículo te contamos más sobre las iniciativas de la FAO para reducir la brecha digital.
5. Poner paños fríos a la crisis climática
El último informe sobre el clima de las Naciones Unidas nos recuerda que se acaba el tiempo para reducir las emisiones, frenar el calentamiento global y afrontar la crisis climática antes de que sea demasiado tarde. El cambio climático afecta a la producción de alimentos, lo que socava los esfuerzos mundiales para acabar con el hambre.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha expuesto las soluciones. Por un lado, realizar inversiones que aceleren la descarbonización de todos los aspectos de nuestra economía, generar empleos verdes y crecimiento sostenible e inclusivo y propiciar la resiliencia de las sociedades y los pueblos mediante una transición justa. Por otro lado, invertir en soluciones sostenibles. En concreto, los subsidios a los combustibles fósiles deben desaparecer y los contaminadores deben pagar por su contaminación.
6. Seguir apoyando la asistencia alimentaria de emergencia
De acuerdo con el PMA, una de las herramientas más poderosas para salvar vidas frente a la hambruna es la asistencia alimentaria de emergencia, ya sea en efectivo o en especie. En Yemen, la mayor ampliación de la asistencia alimentaria realizada por el PMA, desde un millón de personas en 2015 hasta casi 13 millones, ayudó a evitar la hambruna de 2019.
7. Reducir la pérdida y desperdicio de alimentos
Según Torero, perdemos el 14% y desperdiciamos el 17% de la producción de alimentos del mundo, una gran contradicción en este contexto de hambre y cambio climático. ¿Qué pasaría si consiguiéramos redistribuir el alimento antes de que acabe en la basura?
Las previsiones son alentadoras. Reducir la pérdida de alimentos (aquella que se genera a través de los proveedores de la cadena alimentaria) y el desperdicio de alimentos (provocada por proveedores de servicios alimentarios, minoristas y consumidores) podría nutrir a 1.260 millones de personas más al año, e incluso habría suficiente cantidad de frutas y hortalizas para todos.
8. Más y mejor tecnología
Invertir en tecnología de vanguardia es fundamental para asistir a los pequeños productores de alimento en sus cosechas, optimizar recursos naturales y aumentar el rendimiento del cultivo. Además, permite anticipar y detectar nuevas necesidades humanitarias, proporcionando datos sobre peligros naturales o económicos.
A su vez, la FAO afirma que contar con instrumentos y métodos más adecuados y normalizados para la recopilación de datos y la medición, notificación y verificación de las emisiones es extremadamente necesario para combatir el cambio climático.
9. Pensar a largo plazo
¿Y si cambiamos las acciones reactivas por acciones proactivas? Si queremos poner fin al hambre en el mundo es necesario realizar intervenciones más complejas y a largo plazo. Además de las políticas públicas y la contribución del sector privado, una forma de hacerlo es a través de la educación, haciendo partícipes a los jóvenes sobre la importancia de llevar una dieta equilibrada y sostenible. Ya te contamos sobre el proyecto Cantina S3.
10. Cooperación
Para reforzar la seguridad alimentaria y nutricional a largo plazo, debemos mirar más allá de las soluciones a nivel nacional y buscar soluciones regionales e internacionales que tengan en cuenta las necesidades de las comunidades que viven en entornos vulnerables. La hambruna nunca es inevitable, trabajemos juntos para que esta sea la última.
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