“Cada gota cuenta”: Entrevista con Patricia Mejías Moreno, coordinadora de AQUASTAT (FAO)

Los seres humanos podemos sobrevivir con unos pocos sorbos de agua al día. Pero a través de los alimentos consumimos mucha más: basta pensar en los 15.000 litros necesarios para producir un kilo de carne de vacuno. Hablamos con Patricia Mejías Moreno, Coordinadora del programa AQUASTAT de FAO sobre la importancia de este recurso.
– ¿Hasta qué punto es grave es el problema del agua a nivel global?
– La magnitud del problema varía en función de la región. A fines de 2021, la FAO publicó el dato de que un 10% de la población vive en países con escasez crítica de agua, eso quiere decir que no puede satisfacer sus necesidades básicas relativas a este recurso.
Luego, hay países que tienen una escasez estacional, como en el caso de la región mediterránea, donde hay épocas de sequía. También hay países donde hay agua disponible para el consumo, pero vemos que lo que parecía tratarse de un recurso abundante es cada vez más escaso por varias razones: por el clima, porque llueve diferente, y también porque hay más gente, más usos y competición entre los distintos sectores.
En definitiva, podemos decir que el nivel de escasez está aumentando. Desde el 2015 hasta el 2020 se ha visto un incremento global del nivel de escasez de agua que no es muy significativo (un 18%). No obstante, cuando se analiza a nivel de cuenca hidrográfica, en casi todos los países de Latinoamérica, con gran abundancia de agua, vemos escasez.
En Europa, por otro lado, hay un nivel de estrés hídrico que no es muy alto, pero si miras toda la cuenca mediterránea, los niveles suben mucho.
–Y para paliar esa situación existe la Agenda 2030. ¿Podrías explicarnos brevemente cuáles son los puntos más importantes del ODS 6?
–El ODS 6 pretende que haya agua y saneamiento para todos y una gestión sostenible del agua. No olvidemos que su disponibilidad es muy importante para el cumplimiento de otros ODS, como el ODS 1 (fin de la pobreza), el ODS 2 (hambre cero), el ODS 3 (salud y bienestar), el ODS 7 (energía asequible y no contaminante) y el ODS 13 (acción por el clima).
Los indicadores del ODS 6 no solo miran al acceso de agua potable, sino que tienen en cuenta al agua para el medioambiente, para diferentes usos, su calidad, que haya un manejo integrado de los recursos hídricos, un uso eficiente, etc. Este objetivo pretende conseguir un progreso integral del agua, no solo garantizar su acceso.
–¿En qué consiste el portal AQUASTAT de FAO y cómo contribuye a alcanzar esas metas?
–AQUASTAT se encarga de recopilar datos de los indicadores del ODS 6.4, relacionados con el estrés hídrico y el uso eficiente del agua. FAO es agencia custodia, recopilamos datos de todos los países y contribuimos al informe global sobre todos los ODS.
Ahora mismo no hay en el mundo un sistema de información con tanta experiencia como AQUASTAT; existe desde 1994 y desde esa fecha ha acumulado mucha experiencia en cuanto a medición del agua, sobre los indicadores y variables importantes para medirla, la extensión del riego y la utilización del agua para agricultura. Estos datos son oficiales a nivel global y proporcionados por los países. Es una herramienta muy valiosa para los decisores políticos y las organizaciones internacionales tanto para tomar decisiones como para diseñar proyectos.
–El objetivo de garantizar agua a todas las personas, ¿entra en conflicto con otros ODS?
–Como en toda agenda de desarrollo en la que hay muchos objetivos hay sinergias y conflictos. Se ha estudiado mucho este tema y la conclusión es que son más las sinergias. Un ejemplo de ello es el ODS2 (hambre cero), para alcanzar este objetivo es necesario aumentar la producción. Al aumentarla, sobre todo en muchas zonas donde no hay agua de lluvia y hay que utilizar el riego, también incrementa el uso de agua y puede reducir el progreso en el ODS 6.
Sin embargo, se impulsan acciones para que el uso del agua sea eficiente, como apoyar la implementación de técnicas más modernas y adaptadas a cada contexto.
–Según la FAO, el 70% del consumo de agua dulce global va a parar a la agricultura. Y seguro que en esa gestión se cometen errores. ¿Cuáles son los más comunes?
–Hay todo tipo de errores: técnicos, de infraestructura, de planificación, de desconocimiento sobre las necesidades de los cultivos y de mala gestión del riego. Otro error es no apostar a un modelo de gobernanza del agua inclusivo y justo. Entonces, muchas veces se hacen planes de riego que no están apoyados por modelos de gobernanza o políticas que limiten el consumo del agua.
Por ejemplo, ahora están en auge las bombas solares para los pozos de agua. Es una herramienta fantástica en zonas sin acceso a energía eléctrica. Sin embargo, es un arma de doble filo porque como bombear agua no tiene coste alguno, muchas personas regantes la utilizan continuamente. Como consecuencia, baja la capa freática, provocando así consecuencias medioambientales muy graves. Y eso ocurre porque no hay una base jurídica que limite el uso del agua o mida el uso de las aguas superficiales. Se trata de un error muy común y desde FAO insistimos en que no se trata únicamente de las infraestructuras, sino que estas tienen que estar apoyadas por un modelo de gobernanza de agua.
–Hay varios sistemas ancestrales para la gestión del agua. ¿Hay que mantener todas las tradiciones?
–Los sistemas tradicionales normalmente están muy adaptados al contexto local. Por ello, siempre van a ser tecnologías que resisten mejor los cambios y se adecúan más al contexto social y a las tradiciones. Es cierto que hay que seguir modernizando, pero siempre teniéndolas muy en cuenta y midiendo cómo llevar adelante ese cambio.
La FAO promueve el hecho de trabajar con los agricultores a través de enfoques participativos porque al fin y al cabo el agricultor conoce su sistema y las necesidades de la parcela. Hay un conocimiento local muy valioso que es importante poner de relevancia no solo porque, en ocasiones, es mucho más eficiente que un sistema de riego moderno, sino que tiene un valor cultural como sucede con el del Tribunal de las Aguas. Son instrumentos con un valor histórico que hay que conservar.
–¿De dónde viene el agua para la agricultura?
–El riego puede alimentarse de distintas fuentes. Además de las aguas superficiales como lagos y ríos, de las aguas subterráneas. A raíz del cambio climático, cada vez hay un uso mayor de las aguas subterráneas, porque cuando no llueve se recurre a los depósitos de agua. Esto es un problema porque nadie mide el agua que hay debajo, porque no está a la vista. No es igual a los ríos o embalses, donde el caudal es evidente. Las aguas subterráneas son invisibles y si no hay políticas, no hay control. Por otro lado, su mala gestión implica un problema para las generaciones futuras porque estos depósitos son finitos.
En la actualidad, se está incrementando el uso de las aguas residuales, que se depuran y se utilizan para el riego, lo que se llaman las aguas no convencionales. Además del agua desalada, que en algunos países ya se está empezando a aplicar al riego.
–¿Crees que estamos frente a la oportunidad de empezar a hablar sobre la huella hídrica del mismo modo que hablamos sobre la huella de carbono?
–Ya hay alimentos que se etiquetan en función de su huella hídrica. Es un tema delicado, porque si bien conocer esta huella es útil porque te informas sobre la cantidad de agua que se ha usado, también es importante saber su procedencia. Por ejemplo, si en una zona húmeda de Brasil se utiliza agua de lluvia para producir carne, este alimento tendrá una huella hídrica alta. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que se trata de “agua verde”. Esa carne no tendrá el mismo impacto que si hubiera sido producida en el norte de África, donde hay escasez de agua.
En definitiva, es un poco más complicado hablar de huella hídrica que de carbono porque el agua siempre se está moviendo y viene de muchos sitios. Tal como se está usando ahora, la huella hídrica solamente indica la cantidad de agua utilizada. Esto se debe a que hay cierto desconocimiento sobre el origen de esa agua. No es igual el agua que proviene de las capas freáticas profundas, que no se va a renovar y tiene una huella muchísimo más alta que aquella proveniente de la lluvia o de una laguna, por ejemplo.
–¿Qué mensaje le darías a nuestros lectores?
–Les diría que el agua es un recurso natural escaso y que debemos valorarla, además de tener en cuenta que mucha gente en el mundo no tiene acceso a agua potable y saneamiento. Realmente eso ya es suficiente. Todas nuestras acciones tienen un impacto y es importante no malgastarla. No solo tenerla en cuenta en lo que respecta a la producción de nuestros alimentos, sino de otras cuestiones, como la vestimenta que elegimos. ¡Cada gota cuenta!
Clic para ver las recomendaciones de la FAO para ahorrar agua.