Ciudades en busca de una alimentación sostenible: 15 claves

El futuro de todos nosotros depende de las decisiones que tomen las ciudades hoy. Dichas decisiones conformarán el futuro de la alimentación, el futuro de la agricultura y el futuro de la relación entre las urbes y el mundo rural. Suena exagerado, pero lo cierto es que, además de ser los centros en los que se toman decisiones, los lugares en los que se innova y los puntos desde los que se generan los grandes hitos de nuestra cultura, su papel decisivo viene dado porque hoy las ciudades acogen a más de la mitad de población mundial. Sí, apenas representan el 3% de la superficie del planeta y, sin embargo, en su entorno se acumulan más y más personas, más y más familias en un movimiento que no hace más que acelerarse. Hace tan solo treinta años, en 1990, existían 10 ciudades con más de 10 millones de habitantes; el número había subido ya a 28 en 2014 y hoy suman ya 31. Según datos de la ONU, en 2050 dos tercios de la población mundial vivirá en las grandes urbes.
Saber que esta superpoblación urbana será nuestra realidad en pocas décadas exige que entre todos evaluemos la situación y planeemos el modo de abordar dos cuestiones clave: ¿cómo haremos para asegurar el acceso a una alimentación saludable? y, ¿cómo vamos a actuar para hacer compatible el acceso a la comida y la sostenibilidad de nuestro planeta?
El desafío de reformular los sistemas alimentarios
Quienes vivimos en las zonas más privilegiadas del planeta no somos del todo conscientes de la envergadura del reto que ahora se plantea. Porque nuestras sociedades tienen un crecimiento natural muy bajo y, aunque crecen en población, lo hacen lentamente porque están envejeciendo. Pero basta mirar al África subsahariana, a Asia o a cualquiera de las ciudades ubicadas en regiones en desarrollo para comprobar que la atracción de los entornos urbanos y las altas tasas de natalidad conforman una realidad diferente y que nos va a impactar a todos. Porque en esas urbes se muestran ya realidades preocupantes de las que debemos ocuparnos: desigualdad y pobreza, problemas de nutrición y sostenibilidad ambiental.
¿Cómo actuar ante todo ello? Los expertos lo plantean de forma tan clara como contundente y ambiciosa: repensando nuestro modo de alimentar a quienes habitan las urbes. Corinna Hawkes, profesora de Política Alimentaria en la Universidad de la City de Londres, trabaja desde hace tiempo al frente de un equipo académico formulando alternativas a esta situación y es contundente en sus afirmaciones. En la entrevista que concedió a nuestro Magazine nº1 afirmaba que “el hecho de reformular los sistemas alimentarios para que logren mejores resultados implica cuestionar la forma en que se hacen las cosas actualmente y el poder del sistema”. No se trata exactamente de poner el contador a cero, pero sí de hacer una revisión profunda del sistema que nos alimenta para rediseñarlo y hacerlo saludable para las personas y sostenible para el planeta.
En este sentido, los ya archiconocidos ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) propuestos en el año 2013 por la ONU y resumidos en 17 objetivos y 169 metas, son el marco perfecto para esta revisión, puesto que incluyen esferas que la ciudadanía asume ya como prioridades fundamentales, como la atención al cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible, la justicia y la paz. Y en este marco es en el que las administraciones más conscientes están desarrollando políticas y acciones concretas para fomentar sistemas alimentarios urbanos sostenibles.
Las 15 claves de un sistema alimentario urbano sostenible
¿Qué debería ser un sistema alimentario urbano sostenible? Básicamente, un sistema capaz de atender las necesidades alimentarias de la población sin olvidar la sostenibilidad ambiental y social. O, por volver a las palabras de Corinna Hawkes, un sistema capaz de ofrecer “resultados positivos en cuanto a la nutrición, la salud, la sostenibilidad ambiental, los medios de vida, el desarrollo económico equitativo y la cohesión social”.
Veamos a continuación las 15 claves que nos dan los expertos. Una guía que nos ayude a repensar todo el engranaje:
- Mejorar la nutrición y, con ella, la salud de los habitantes de la ciudad. Ello implica proveer a todas esas personas de alimentos sanos, inocuos y nutritivamente valiosos, incluyendo una dieta más rica en alimentos frescos, más fruta y verdura y menos alimentos procesados que actualmente están demasiado presentes por su bajo precio y su accesibilidad.
- Fomentar la inclusión social y la equidad. En la actualidad las grandes urbes están creciendo de forma profundamente desigual, acogiendo en espacios muy próximos a una élite extraordinariamente rica y a una gran masa de familias desfavorecidas que luchan contra el hambre, el desempleo y la falta de recursos.
- Promover la participación de todos los agentes que intervienen en la alimentación urbana, lo que significa implicar a las administraciones, los agentes sociales, los productores de alimentos (grandes y pequeños) y la gran industria de la distribución.
- Proteger a los grupos de población más vulnerables ayudándoles de forma específica a alcanzar esa alimentación saludable que les ayudará a contar con un buen desarrollo en todos los ámbitos personales y sociales.
- Potenciar las relaciones entre el mundo urbano y el rural tomando conciencia de que, aunque a simple vista parecen diferentes, ciudad y campo forman parte del mismo sistema alimentario y económico. Porque los alimentos fluyen desde el ámbito rural al urbano, pero podrían producirse tanto en las zonas urbanas como en las rurales.
- Diseñar políticas de compra pública responsable e inclusiva que tengan en cuenta no solo el precio de venta, sino otros costes que suelen permanecer ocultos, sobre todo los costes sociales y ambientales.
- Reducir el desperdicio alimentario revisando para ello toda la cadena de valor desde la selección de comida simplemente por su aspecto exterior a la vida útil en el punto de venta pasando por la cadena logística.
- Adaptar la gestión alimentaria a la realidad del cambio climático teniendo presente que los fenómenos meteorológicos extremos e imprevisibles pueden poner en serio riesgo el acceso a la alimentación de buena parte de la humanidad. Para ello se requerirán cambios importantes en la agricultura y en los hábitos alimentarios que hay que prever ya.
- Favorecer políticas de género que den apoyo a mujeres y familias puesto que estos grupos de población son los protagonistas indiscutibles de la alimentación en todo el planeta. De hecho, tenemos mucho que aprender de la adaptabilidad, la resiliencia, la colaboración y el ingenio que muestran las mujeres a la hora de alimentar a sus familias.
- Reconocer el papel de las ciudades medianas y de los pueblos en la creación de buenos sistemas alimentarios, pues resultan clave en la producción y distribución de alimentos, permiten la incorporación de pequeñas empresas, protegen los ecosistemas y promueven una gestión sostenible de los recursos.
- Mejorar la logística y la distribución porque todas las mejoras postcosecha contribuyen notablemente a reducir las pérdidas, disminuyendo los costes para el comprador.
- Fomentar los mercados locales porque con ellos se mejora la diversidad y la calidad de la oferta de comida fresca que llega hasta las familias consumidoras y se minimiza el desperdicio.
- Proteger a quienes producen en pequeñas parcelas pues estas familias agricultoras son esenciales si deseamos aumentar la cantidad de alimentos disponibles. Hay que considerar que, actualmente, este tipo de explotaciones suministran hasta el 70 % de la comida del planeta, pese a lo cual estas personas siguen padeciendo inseguridad alimentaria y malnutrición y tienen dificultades para acceder a los mercados y obtener beneficios razonables de su trabajo.
- Mejorar la realidad en los barrios periféricos, muchos de ellos nacidos cuando la población crece más deprisa que la propia ciudad hasta formar espacios marginales y vulnerables. Ante esta realidad, repensar los sistemas alimentarios puede contribuir a mejorar el uso de la tierra, eliminar desechos y luchar contra el cambio climático.
- Incrementar la interacción entre las áreas metropolitanas y los paisajes próximos que las proveen de alimentos, promoviendo la colaboración entre ellos y fomentando unos procesos de urbanización más sostenibles y justos y promoviendo un desarrollo económico integrador.
Mirando hacia un futuro mejor en ciudades inteligentes
Durante unos años, el calificativo “smart” o “inteligente” se aplicó de forma exclusiva a sistemas que incorporaban tecnología digital en su funcionamiento. Hoy, volvemos la mirada al significado original de la palabra y damos un sentido más amplio cuando hablamos de “ciudades inteligentes” pues esta expresión identifica urbes capaces de mejorar la calidad de vida de sus habitantes con la ayuda de tecnología digital y comunicaciones; ciudades que tienen en cuenta el medio ambiente, las necesidades sociales y el desarrollo económico; que incorporan de forma natural la participación ciudadana, el ahorro energético y los transportes amables con el entorno. Así deben ser todas las ciudades en un futuro inmediato, pero muy especialmente las grandes concentraciones.
En este contexto, la FAO ha puesto en marcha su iniciativa Green Cities para que, desde un enfoque integrador, ayude a realizar una planificación urbana y periurbana capaz de mejorar la vida en el interior de las ciudades, pero también de mejorar la calidad de los campos y espacios verdes, promover las prácticas y las tecnologías sostenibles y hacer realidad sistemas alimentarios urbanos sostenibles e inclusivos.