Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos

¿Sabías que un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se pierden o se desperdician? El siguiente dato te sorprenderá aún más: si solo ahorráramos una cuarta parte de los alimentos que se desperdician, podríamos alimentar a 800 millones de personas que padecen hambre actualmente. Esa verdura o esa fruta que se está echando a perder en tu refrigerador o en las góndolas del mercado cobra otro significado, ¿no es así?
Para concienciar a la población y promover los esfuerzos mundiales para resolver este problema, la 74º Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 29 de septiembre como el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (resolución A/RES/74/209). La jornada, que se celebró por primera vez este año, es una oportunidad para visibilizar la necesidad de reducir la pérdida y el desperdicio alimentario (PDA), y cómo ello puede contribuir al desarrollo sostenible.
Pero ¿qué es exactamente la pérdida y el desperdicio de alimentos?
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), hablamos de pérdida cuando un producto alimentario se pierde en la cadena de suministros desde su producción hasta el momento en el que llega al mercado. Esto ocurre en las etapas de producción, poscosecha y procesamiento de la cadena de suministro de alimentos. El desperdicio de alimentos, en cambio, se produce cuando la pérdida ocurre al final de la cadena alimentaria y está más relacionado con el comportamiento de los vendedores y los consumidores.
¿Dónde se produce?
Las pérdidas de alimentos se producen en tres contextos. En la explotación agrícola, cuando ésta se realiza en un momento inadecuado para la recolección. También debido a las condiciones climáticas, las prácticas utilizadas en la recolección y la manipulación, y los problemas en la comercialización de la producción. En los almacenes, debido al almacenamiento inadecuado, así como por decisiones tomadas en etapas tempranas de la cadena de suministro que hacen que los productos tengan una vida útil más corta. Por último, el transporte: instalaciones obsoletas, mal funcionamiento técnico o a errores humanos.
Por otra parte, el desperdicio alimentario ocurre en dos escenarios. En los comercios minoristas debido a una vida útil limitada del producto alimenticio, por “defectos estéticos”, como alteraciones en la forma y el tamaño, y la variabilidad de la demanda. El otro escenario es el hogar, donde el consumidor produce desperdicio debido a una mala planificación de las compras y las comidas, un exceso de compra, confusión sobre las etiquetas (fundamentalmente, con las fechas de consumo preferente y de caducidad) y un almacenamiento inadecuado en el hogar. Sí, esto demuestra que desde nuestros hogares tenemos mucho por hacer para contribuir a esta causa.
La sostenibilidad nos permite comer y comer saludable…
Si analizamos el desperdicio o pérdida más allá de nuestro plato, de nuestro refrigerador o de los productos disponibles en la tienda, entenderemos que no solo estamos desperdiciando alimentos, sino también recursos como el suelo, las semillas y el agua, entre otros insumos que se han utilizado para producir el alimento. Recursos que son especialmente costosos porque, bien administrados, serían la clave para mejorar la calidad de vida de miles de personas.
Lamentablemente, en muchos lugares del mundo, la comida se da por hecho y esa es una de las razones por las que se desperdicia tanto. Sin embargo, la otra cara de la moneda es preocupante: para 870 millones de personas comer es un reto diario y, a esto se le suma el problema de que un gran número de las personas que gozan de seguridad alimentaria, no siempre tienen acceso a alimentos frescos y saludables. Comer y comer saludable: dos grandes retos que encuentran solución en un sistema alimentario sostenible y en nuestra responsabilidad individual.
Mientras protegemos el medio ambiente
Además de acercarnos al objetivo Hambre Cero y mejorar la nutrición, el uso eficiente de la tierra, del agua y de los recursos energéticos permite reducir el impacto ambiental que provoca la producción de alimentos (aquí tienes más detalles). Fundamentalmente, las emisiones globales de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura. Además, según datos de la FAO, la pérdida y desperdicio de alimentos consumen el 21% del agua dulce, el 18% de tierras de cultivo y el 21% de los rellenos sanitarios. ¿Qué esperamos para mejorar estas cifras?
El punto de partida es poco alentador y encontrar una solución es tarea de todos. Haz clic aquí para ver en números todo lo que estamos perdiendo y desperdiciando. La necesidad es urgente: comienza hoy mismo a contribuir desde tu hogar con hábitos muy simples, ¡SÚMATE!