Informes CEMAS: porque el futuro es un camino

Hay un futuro probable. Es el lugar hacia el que nos encaminan la tecnología y la ciencia, las administraciones públicas y los mercados. Pero el escenario que dibujan ¿es el único posible? Tendemos a pensar que sí, que el camino hacia el futuro es inexorable. Pero basta con detenerse para comprobar que, junto a ese futuro probable hay otro: un futuro deseable. Y no tienen por qué coincidir. Porque, si pensamos en el largo plazo, si analizamos posibles caminos alternativos e imaginamos mejores escenarios, podemos comenzar ya a construir un futuro que desemboque en un mundo mejor para todos.
Que ese futuro deseable se haga realidad depende de que lo planifiquemos ya. Y depende de que los diferentes agentes –la ciudadanía y las instituciones, las empresas y los expertos– seamos capaces de consensuar esa visión de futuro.
¿Cómo queremos que sea la alimentación urbana del futuro?
La pregunta, por lo tanto, debería ser la siguiente: ¿qué planeta queremos para las generaciones venideras? Y es importante que la respuesta la elaboremos entre todos porque somos cada día más interdependientes. Hemos visto en las últimas décadas cómo el hambre, los conflictos armados o los incendios forestales que se producen en un punto del planeta terminan por impactarnos a todos. Por si nos quedaban dudas, la pandemia mundial ha dejado claro que el trabajo conjunto es urgente. Estamos ya en marcha, sí. Naciones Unidas ha propuesto los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible como un escenario hacia el que merece la pena ir caminando. Ahora es necesario que señalemos los pasos que deben llevarnos hasta ahí.
Partiendo de estas premisas, el CEMAS ha querido unirse a las reflexiones centrando su mirada en estos temas específicos y se ha preguntado: ¿cómo deseamos que sea la alimentación urbana del futuro? Por eso, con motivo del día de la alimentación de 2020 el CEMAS presentó una serie de informes que invitan a la reflexión sobre el futuro de nuestros sistemas alimentarios y sobre su relación con las ciudades y el mundo rural, con la nutrición de sus habitantes y con la salud de todos los que compartimos el planeta tierra.
De la subsistencia al alto rendimiento
El nacimiento de la agricultura fue tan importante que cambió la historia de la humanidad para siempre. Primero dio origen al comercio, luego a la división del trabajo y, finalmente, hizo que la ciencia y la tecnología avanzaran. Hace miles de años, grandes civilizaciones surgieron en distintas partes del mundo de manera prácticamente simultánea, con características culturales muy diferentes entre sí, pero evolucionando en torno a una misma práctica: el cultivo de sus alimentos.
Durante un milenio, los agricultores solo exigieron a sus tierras lo suficiente para vivir, sin la presión de alimentar grandes masas. Pero en el siglo XX se vivió un cambio de paradigma: la intensificación de la agricultura que fue posible por aplicación de la bioquímica e ingeniería modernas a la producción de cultivos. Siguiendo el mismo modelo que había revolucionado los medios de producción, la agricultura del mundo industrializado adoptó la mecanización, incorporó técnicas de ahorro de mano de obra y aplicó productos químicos para nutrir y proteger los cultivos.
Cultivar más para alimentar más, ese era el objetivo de la FAO para dar soluciones a una humanidad que transitaba las devastadoras consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Y lo consiguió. A través del empleo de equipo y maquinaria agrícolas, el uso de combustibles fósiles, la labranza intensiva, la incorporación de fertilizantes y pesticidas y la preferencia por las variedades de cultivo de alto rendimiento, la productividad dio un salto enorme y fue capaz de producir alimento suficiente para cubrir las necesidades de prácticamente toda la humanidad.
…y del alto rendimiento a la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios
Hoy se reconoce que esas mejoras exponenciales en la producción fueron a costa de la degradación de nuestro planeta con consecuencias que van desde la pérdida de biodiversidad, hasta la deforestación y la emisión de gases de efecto invernadero. Estas secuelas no solo son un peligro para el potencial productivo del mundo en un futuro cercano, sino que ponen a la alimentación y a la agricultura en una encrucijada: alimentar a una población que no para de crecer y que cada día se concentra más y más en entornos urbanos.
Como ocurrió hace cientos de años atrás, la agricultura puede volver a impulsar el avance de la humanidad. Esta vez, para acercarnos a un mundo más sostenible, justo e inclusivo.
La causa de la naturaleza es una causa de la humanidad
A pesar de que los sistemas alimentarios han realizado un largo recorrido para garantizar el acceso a la alimentación, para 2.000 millones de personas alimentarse bien sigue siendo muy difícil. Luego llegó el COVID-19 y redobló la apuesta. A la crisis alimentaria se le sumaron las restricciones aplicadas para frenar la pandemia, limitando los ingresos de las familias vulnerables y dificultando más el acceso a los alimentos. Esta situación exige que todos trabajemos en el camino que señala la FAO de lograr sistemas alimentarios más resilientes y medios de vida más sostenibles.
Por todo ello, los informes elaborados por el CEMAS desgranan –con el telón de fondo de la alimentación urbana– el lema que la organización internacional eligió para conmemorar su 75 aniversario: “Cultivar, nutrir, preservar. Juntos”.
Estas son sus principales conclusiones:
1. Cultivar para ofrecer alimentos frescos y de proximidad
Hoy, la transformación de nuestros sistemas alimentarios se enfrenta a la enorme tarea de revertir el impacto que la producción intensiva provocó en nuestro planeta. A su vez, la pandemia puso en evidencia la fragilidad de las cadenas de suministro de alimentos, cuestionando la relación histórica que establecimos con la agricultura y empujándonos a tomar determinaciones muy importantes para cuidar tanto a las personas como al planeta.
Por eso, la alternativa ha de ser promover el consumo de alimentos frescos de proximidad, obtenidos directamente del productor y poniendo en valor la contribución tan esencial (y muchas veces invisible) de los y las profesionales de la agricultura.
2. Nutrir de manera saludable a la ciudadanía
Además de promover un cultivo amigable con el medio ambiente, la humanidad está sumando esfuerzos para erradicar el hambre. Sin embargo, no son menos importantes las tasas de malnutrición a raíz de una alimentación insuficiente o defectuosa. Según la FAO, el acceso a alimento saludable, mayoritariamente vegetal, de temporada, de canal corto, agroecológico y económico es crucial. Según los datos de la organización, 200 millones de niños menores de 5 años siguen padeciendo retraso del crecimiento o emaciación y 3000 millones de personas no pueden permitirse la dieta saludable más básica.
La humanidad asume el desafío de transformar los sistemas alimentarios para que sea beneficioso para las personas, para el territorio y el planeta, sin que ninguno de esos elementos quede atrás.
3. Preservar el equilibrio ecológico y limitar el impacto ambiental
La ecuación sencilla que marcó los inicios de la institución (cultivar más para alimentar a más) ha quedado obsoleta. Está cada vez más claro que el cambio en nuestro sistema alimentario debe darse en un marco de preservación ecológica, es decir, construir un sistema que produzca el menor impacto ambiental para reducir los efectos del cambio climático.
4. Juntos
A la hora de contribuir en la erradicación del hambre y en la transformación de los sistemas alimentarios, todos tenemos un papel que cumplir. Ya sea tomando decisiones alimentarias saludables, reduciendo los desperdicios o abogando por que los gobiernos, las empresas y las organizaciones compartan conocimientos, y apoyen sistemas y medios de vida sostenibles y resilientes. El año 2030 sigue siendo el horizonte fijado para poner fin al hambre y la malnutrición en todas sus formas. ¿Estamos a tiempo de salvar nuestro planeta?
Tienes todos los informes del CEMAS disponibles aquí.