Mujeres alimentando el mundo: una visión global de las mujeres en la agricultura y la pesca

A sus 36 años, Saoudé Garba ha empezado a tomar las riendas de su vida. Cuando era muy joven se casó con un líder de su aldea en Níger y tuvo su primer hijo a los 15 años. Luego vinieron ocho más. Su destino estaba marcado por la tradición: su vida consistiría en ocuparse de los quehaceres domésticos, de la crianza de los hijos y obedecer a su marido. Al igual que otras mujeres de su aldea, Saoudé no sabía que tenía derechos y mucho menos que los podía ejercer para mejorar su vida.
Hasta que empezó a asistir a un club Dimitra. Por más de un decenio, estos clubes de debate han sido clave para el empoderamiento de las personas y el liderazgo de las mujeres en zonas rurales de muchos países del África subsahariana. Aprendió a leer y escribir en los centros de alfabetización dirigidos por la FAO y ONU Mujeres y se capacitó hasta convertirse en agricultora por derecho propio. Ahora cultiva mijo, caupí y cacahuetes, y sus cosechas mejoran año tras año. Organiza su producción de la siguiente manera: un tercio lo destina al consumo de la familia, otro lo vende y otro lo reserva para elaborar sus propios productos. También lidera una red de clubes Dimitra y ha establecido asociaciones con funcionarios para empoderar a las mujeres, no solo de su aldea, sino de toda la región.
La historia de Saoudé es un ejemplo para otras mujeres, pero no representa la realidad de la mayoría.
Situando a las mujeres en el mapa
La desigualdad de género está en todas las sociedades, aún en las más avanzadas en términos de equidad de género. Pero la situación es mucho más grave en las zonas rurales y pesqueras, donde las mujeres son pequeñas productoras y necesitan hasta tres jornadas completas de trabajo para garantizar la subsistencia de su familia. “Somos productoras, atendemos la casa, administramos el hogar, llevamos a los niños a la escuela, los alimentamos, los vestimos, mientras que el hombre solo hace un trabajo”, explica en este vídeo Yolanda Falcón, dirigente de la Confederación Nacional de Mujeres del Campo, una organización que aglutina 15 federaciones campesinas de mujeres en la República Dominicana.
Además de soportar la sobrecarga de trabajo no remunerado, la mujer rural y de la pesca cumple un importante papel en la producción, distribución y preparación de los alimentos. Sin embargo, en muchos lugares del mundo no es propietaria de la tierra, ni administra las ganancias, ni tiene el mismo acceso a los mercados o al comercio que los hombres. En Guatemala, por ejemplo, solo el 7,8% de las mujeres son propietarias (visita la base de datos de la FAO sobre género y derecho a la tierra para profundizar en este tema).
En términos de nutrición, la historia se repite.
La brecha de género y la inseguridad alimentaria
En el informe, el Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI 2022), la FAO revela que las condiciones nutricionales de las mujeres siguen presentando desventajas frente a la de los hombres. “Las pequeñas productoras sufren todo tipo de desigualdad que después tienen consecuencias muy importantes en términos de hambre”, señala en este vídeo Marcela Villareal, directora de la División de Alianzas del Partenariado de FAO y directora de la Década de la Agricultura Familiar.
Durante la jornada que organizó el CEMAS sobre ética y alimentación, la experta señaló que gracias a una nueva metodología de FAO es posible meterse en los hogares y comprobar la desigualdad de género que existe en torno al hambre. “Comprobamos con cifras lo que ya sabíamos. A nivel global, en cada una de las regiones del mundo, la mujer sufre más hambre que el hombre”, señala Villareal. Además, en las zonas rurales los estudios demuestran que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que hoy tienen los hombres para producir, el hambre se vería reducido al menos en un 150 millones de personas. No hablamos de recursos nuevos, sino de los mismos recursos que tienen a disposición los hombres hoy, como el acceso a la tierra, a créditos e información.
Según la especialista de género de la FAO para Mesoamérica Verónica Chicas Martínez el hambre es más que un obstáculo importante para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible: “Es precisamente otra de las formas de violencia que padecen mayormente las mujeres en todo el mundo”.
El éxito de las mujeres es el éxito de nuestros sistemas alimentarios
Según la FAO, garantizar sistemas alimentarios sostenibles solo es posible si se empodera a las mujeres de todo el mundo y se reconocen y respetan sus derechos. La organización sabe por experiencia que cuando se permite a las mujeres rurales tener un mejor acceso a los recursos, los servicios, las oportunidades económicas y la toma de decisiones, los resultados son patentes: las comunidades disponen de más alimentos, su estado de nutrición mejora, los ingresos rurales aumentan y los sistemas alimentarios se hacen más eficientes y sostenibles.
Un enfoque multifacético para cambiar las dinámicas desiguales de poder
La FAO adopta enfoques de género integrados y transformadores en todos sus programas de agricultura y desarrollo rural. Sin embargo, lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres es una empresa multifacética y compleja que requiere una acción coordinada entre diferentes organizaciones.
Una de estas alianzas comprende a tres organismos de las Naciones Unidas: FAO, el FIDA y el PMA que se han unido para implementar el Programa conjunto sobre enfoques de género transformadores para lograr la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y la agricultura sostenible. Juntos trabajan para mejorar el acceso de las mujeres rurales a los recursos y servicios, como la tierra, el crédito, la capacitación, la información, los insumos y las tecnologías agrícolas.
En concreto, esta unión ha ayudado a mejorar la autonomía económica de las mujeres mediante la mejora de la inclusión financiera en Malawi. En Ecuador, el Programa está procurando reducir las barreras y la brecha de género en la agricultura familiar y en cadenas de valor, fortaleciendo la capacidad productiva de las mujeres rurales y su acceso a los servicios y mercados. Pero no es la única iniciativa de FAO en materia de igualdad de género.
En Panamá, por ejemplo, los esfuerzos que ha aunado la organización con la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP) y el gobierno indígena del territorio han conseguido aumentar la resiliencia y la independencia de las mujeres del pueblo guna mientras fomentan el uso responsable y sostenible de los recursos marinos y naturales. En Fiji, a partir de datos recabados por FAO y la Universidad del Pacífico Sur, dos mujeres crearon una aplicación gratuita para alentar a su pueblo a consumir productos locales, a cultivar sus propios alimentos y a seguir un estilo de vida más saludable.
Afortunadamente, cada vez hay más historias de mujeres que toman las riendas de su vida y luchan contra a las desigualdades para construir sistemas alimentarios sostenibles e inclusivos, y sociedades resilientes y pacíficas. No lo olvidemos: detrás de nuestros alimentos, siempre hay alguien que los produjo, plantó, cosechó, pescó o transportó. Y en muchos casos es una mujer.