El próximo 29 de septiembre se celebrará por segundo año el Día Internacional de concienciación sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos. Es una de las grandes asignaturas pendientes en un mundo en el que mientras aumenta el número de personas que mueren de hambre, aproximadamente un tercio de todos los alimentos producidos se pierde o desperdicia.
El ODS 12 marca como objetivo garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. Su meta 3 fija un reto importante: lograr a nivel mundial en 2030 una reducción a la mitad del desperdicio de alimentos, tanto en la venta al por menor y en el consumo como en las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha. Todos tenemos algo que hacer porque son muchos los sectores implicados.
Metodología
En primer lugar se hace necesario cuantificar el volumen de pérdida y desperdicio. De otra forma resultará imposible comprobar la reducción. Tanto la FAO como el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) intentan medir los avances. La FAO elabora el Índice de pérdidas de alimentos (IPA) y el PNUMA elabora el Índice de desperdicio de alimentos (IDA). Porque desde hace ya un tiempo, la metodología distingue entre pérdida y desperdicio de alimentos. Aquí puedes consultar la diferencia.
Según los datos recogidos por la FAO, si no hacemos distinción por grupos de productos, la tasa más alta de pérdidas de alimentos se registra en Asia central y meridional, mientras que en Oceanía se registra la tasa más baja. En cambio, si nos centramos en el grupo de cereales y legumbres, que es el grupo que dispone de datos más abundantes y fiables según FAO, las mayores pérdidas se registran en el África subsahariana y en Asia oriental y sudoriental, mientras que en Asia central y meridional son limitadas. En cuanto a los grupos de productos, en general las pérdidas suelen ser mayores en frutas y hortalizas que en cereales y legumbres. Esta organización de las Naciones Unidas ha puesto en marcha una Comunidad de Práctica en Reducción de Pérdida de Alimentos que tiene como objetivo facilitar los conocimientos relacionados con la reducción de pérdidas post cosecha.
En cuanto al desperdicio de alimentos, según el informe elaborado por el PNUMA, se estima que en 2019 se desperdiciaron 931 millones de toneladas de alimentos. De ellas, el 61% se tiró a la basura en los hogares, el 26% en restauración colectiva y un 13% en comercios minoristas. Estas cifras indican que aproximadamente el 17% de la producción mundial de alimentos acaba en la basura. Y estamos hablando solo de desperdicio, que no incluye las pérdidas. Este informe apunta además que es necesario luchar contra el desperdicio en todos los países, independientemente del nivel de renta, porque el desperdicio se da en todos ellos.
Implicar a todos los sectores
Conocer las cifras de pérdida y desperdicio alimentario no puede dejar indiferente a nadie. Y nadie debería sentirse ajeno al problema. Porque todas las personas pueden aportar su pequeño grano de arena. Es necesario mejorar la cooperación entre el sector de la distribución y la producción. Resulta vergonzoso ver que se dejan perder cosechas porque los precios ofertados no son justos. No se deberían justificar pérdidas de productos en base a supuestos estándares de calidad. Y en este sentido hay que buscar también la colaboración del consumidor final para que entienda que no es el producto con mejor aspecto el que va a tener la mejor calidad. Es necesario revisar las prácticas en restauración colectiva y las normas de etiquetaje. Y hay que facilitar al consumidor la posibilidad de realizar una compra responsable.
En torno al 29 de septiembre son muchas las actividades que se llevan a cabo para concienciar en torno a la lucha contra la pérdida y el desperdicio de alimentos. Aquí encontrarás unos consejos para poner en marcha en casa. Como experimento, puedes comprobar qué supone el desperdicio de alimentos que generas en tu hogar. Esta calculadora te facilita la tarea. No es solo la comida que tiramos, es que ese desperdicio supone tirar a la basura también todos los recursos que se han utilizado para producir esos alimentos. Y ni las personas ni el planeta nos lo podemos permitir.