¿Producir más? ¡No! El reto es desperdiciar menos alimentos

¿Cuánta comida estás tirando a la basura? A simple vista, la cantidad de comida que desperdicias en tu hogar puede parecer insignificante. Tanto, que lo más probable es que nunca te hayas detenido a pensar en cuánta es ni en qué significa ese despilfarro. Pero ahora te pedimos que no pienses en ti, sino en miles de millones de familias tirando comida a la basura. La perspectiva cambia, ¿verdad? Sí, hablamos de una riqueza que estamos desperdiciando de forma bastante irresponsable y que, si aprendemos a gestionar, podría cambiar muchas vidas. Sobre todo, porque no hablamos solo de lo que cada familia desaprovecha. Hablamos también de que, antes de que esa fruta o verdura o ese plato llegue a una casa, en el camino ya se han perdido toneladas de alimentos.
En definitiva: las de cifras de despilfarro resultan mareantes. Según la FAO, en estas se incluyen tanto la pérdida de alimentos (que se produce desde la explotación agrícola hasta la venta al por menor, excluida esta última) como el desperdicio (que tiene lugar en los ámbitos de la venta al por menor, los servicios alimentarios y los hogares).
Por las personas y por el planeta
“Cuando ves todo lo que se pierde te sabe mal… es como no recoger una moneda del suelo, dejar el agua correr o la luz encendida”, explica Joan, un agricultor de El Prat de Llobregat, Barcelona. Y es que, detrás de cada alimento tirado a la basura hay una enorme cantidad de recursos valiosos que también se desperdician, como las semillas, el combustible y la mano de obra. Sí: reducir el desperdicio es también una cuestión ética… y de supervivencia del planeta. De hecho, los expertos dieron hace tiempo la voz de alarma: es imprescindible prevenir el despilfarro de alimentos en todos los eslabones de la cadena de suministro si queremos dar un respiro a nuestros ecosistemas; solo así podremos aliviar los efectos del calentamiento global y reducir el uso de agua y la presión ejercida sobre los suelos.
Desde la FAO, los datos son contundentes: mientras 690 millones de personas pasan hambre en el mundo y 3.000 millones no pueden permitirse una dieta saludable, un tercio de todos los alimentos que producimos va a parar a la basura. Te lo ponemos fácil: imagina que uno de cada tres tomates, una de cada tres manzanas, uno de cada tres platos que se consumen en tu familia acabará en el contenedor.
Esta necesidad cobra aún más importancia si tomamos en consideración el hecho de que la población mundial crece a un ritmo sostenido, alcanzando cifras históricas. Y, a pesar de los avances logrados en las últimas décadas, el hambre ha ido en aumento durante los últimos cinco años y la COVID-19 está poniendo en peligro la seguridad alimentaria y nutricional de hasta 132 millones de personas más. Todo ello nos lleva a plantearnos la siguiente cuestión: en un futuro no tan lejano, ¿será posible producir suficiente alimento para todos sin poner en jaque la habitabilidad del planeta?
Los especialistas del sector consideran que no necesitamos producir más alimentos, sino gestionarlos mejor. Y en esa gestión más eficiente, justa y sostenible de los recursos, es importante mezclar las propuestas recuperadas del pasado y las más innovadoras, que cumplen un papel fundamental en la actualidad.
Nada que perder
La pérdida de alimentos comienza en el campo. Son los agricultores quienes realizan una primera criba seleccionando las frutas y verduras que se consideran “aptas” para la venta y descartando aquellas que no respetan las características que esperan los consumidores. Características que son netamente estéticas. Pero no es capricho, puesto que ellos quisieran venderlo todo. La realidad es que ni la distribución ni las familias quieren consumir un pepin deforme o con defectos. “Ese pepino más gordo o que sale torcido, es lo que se come en mi casa, en mi familia. Pero nos hemos vuelto tan delicados que ahora todo lo queremos perfecto”, comenta Joan.
A la ONG Espigoladors le preocupa este tema. Esta organización propone una vuelta a la tradición, fomentando que se espiguen o rebusquen los cultivos, como se hacía antiguamente, aprovechando de ese modo hasta el último fruto de una cosecha. Esta práctica, que se perdió a medida que iba imponiéndose la agricultura intensiva y la sociedad de consumo y Espigoladors la recupera para dar una segunda oportunidad a las frutas y verduras feas o imperfectas. En el camino, ayudan a personas en riesgo de exclusión social. “Tenemos que entender que todos somos parte del problema y parte de la solución”, explica en este vídeo Mireia Barba, cofundadora de la institución.
Ganar tiempo: la clave para luchar contra el desperdicio
La ciencia y la tecnología también presentan soluciones innovadoras. Si conseguimos que un alimento conserve su frescura durante más tiempo, nos otorgaría un tiempo extra muy valioso para llegar a más personas y reducir el desperdicio alimentario. Según el Consejo Europeo de Información sobre Alimentación (EUFIC), una de las formas de conseguirlo es a través de un envasado de alimentos capaz de interactuar con el producto.
Sí, en vez de un mero contenedor, estaríamos hablando de un envasado capaz de liberar antioxidantes, frenar la proliferación de microbios y absorber el oxígeno para evitar la descomposición del alimento que contiene. Entre los proyectos de EUFIC destaca NanoPack, un film de tipo activo con propiedades antimicrobianas. Para que hacerse una idea de sus capacidades basta indicar que un pan envuelto en este film es capaz de durar hasta tres semanas en perfecto estado. ¿Te imaginabas que un envase podría hacer semejante aporte? Puedes leer más sobre este tema aquí.
Una gestión en la que todos ganan
Una propuesta que está pisando fuerte es la de Too Good To Go. Por una reducida suma de dinero, puedes retirar el excedente de comida en el punto de venta (restaurante, carnicería o verdulería), mientras el comerciante recupera el costo de un alimento que, de otro modo, hubiera sido desechado. Sin duda, el ingrediente extra es el factor sorpresa: las personas usuarias no saben exactamente qué recibirán en el paquete, pero la satisfacción de salvar comida está 100 por cierto garantizada. La marca también lleva adelante iniciativas pioneras como “Marcas Food Warriors”, una comunidad en continuo crecimiento que reúne a empresas comprometidas a reducir el despilfarro de alimentos, entre ellas, organizaciones como Danone.
Sí, salvar alimento es fundamental. Pero ¿y si, además, trabajáramos para prevenir el excedente? La startup agrotecnológica Twiga Foods está reduciendo las ineficiencias del sistema alimentario en Kenia, de manera justa, transparente y optimizando los recursos al máximo. Cada día, la plataforma conecta a 3.000 puestos de venta de alimentos con productos frescos a través de una red de 17.000 agricultores y 8.000 proveedores. Este aporte marca un antes y un después en la región, porque los restaurantes pueden comprar solo lo necesario y los agricultores ofrecen sus productos de proximidad de forma más eficiente. Los resultados hablan por sí solos: Twiga Foods consiguió reducir las pérdidas poscosecha en Kenya de un 30 % a un 4 %.
Afortunadamente, son muchas las ideas que circulan. ¿Lo mejor? Que cada vez son más. “Si todos desempeñamos nuestro papel y trabajamos juntos, podemos hacer una gran diferencia”, afirma Rosa Rolle, especialista en FAO, quien además nos invita a apreciar el valor que hay detrás de cada alimento.
Desde tu hogar, tú también tienes un papel que cumplir, ¿qué estás haciendo para combatir el despilfarro de alimentos? ¡Implícate, aquí te dejamos algunas ideas!