Un pacto diseñado por ciudades para las ciudades: el Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán

La población de las grandes urbes está creciendo sin parar. La mitad de la población ya vive en ciudades y en treinta años se estima que el 70% de la población mundial viviría en grandes urbes. Esto tiene un profundo impacto en nuestro planeta y nos obliga a tomar decisiones, tanto a nivel individual como social, para alcanzar un objetivo básico: garantizar la seguridad alimentaria y asegurar una dieta nutritiva y sostenible para todos.
Para hacer frente a esta necesidad inminente, en 2014 se propuso en Johannesburgo y en 2015 se firmó en Milán el Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán (MUFPP, por sus siglas en inglés), auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La propuesta inicial consistía en promover un protocolo internacional capaz de abordar los problemas relacionados con la alimentación urbana y que pudiera ser adoptado las más diversas ciudades del mundo. Inmediatamente después se pudo comprobar que, además de contar con un documento base, el Pacto de Milán se podía convertir en un espacio capaz de fomentar el diálogo para entender y atender la problemática de la alimentación urbana.
Desde su reunión inicial en Milán, las ciudades del Pacto trabajan en red y se reúnen en encuentros anuales en los que se intercambian propuestas (pequeñas y grandes) para enfrentar el cambio climático, promover políticas para una alimentación saludable y crear un sistema alimentario urbano basado en la sostenibilidad.
Enfrentados a grandes retos
El objetivo de esos encuentros consiste en combatir tanto el hambre como la malnutrición, incluso en los países en los que el problema aparece oculto: es necesario ofrecer una variedad de alimentos adecuados, seguros, locales, justos, saludables y nutritivos para todos. Y lograrlo no es fácil, pues implica crear sistemas alimentarios resilientes y sostenibles. Para conseguirlo sabemos que es imprescindible contar con la participación de empresas agrícolas familiares y pequeños productores de alimentos, dignificar el trabajo agrícola y fortalecer el vínculo entre el mundo urbano y el rural. Porque, en definitiva, toda decisión individual que tomamos como consumidores urbanos de alimentos influye en la vida de los agricultores que lo producen.
Por otro lado, es preciso encontrar soluciones al impacto económico, social y ambiental que ocasiona la urbanización acelerada. Un aspecto que nos invita a repensar las formas de abastecimiento de los alimentos y del agua en las ciudades y transformarlas en prácticas más sostenibles, como la apuesta por una agricultura menos industrial y más ecológica, reduciendo así las emisiones del efecto invernadero.
Hitos del Pacto
Para trabajar en busca de respuesta a estos problemas, desde 2015 se han adherido al Pacto 210 ciudades de variado tamaño y ubicadas en los cinco continentes. Las administraciones locales firmantes comparten el objetivo común de garantizar una alimentación sana para todos, reducir el desperdicio de alimentos, preservar la biodiversidad y mitigar el cambio climático. A través de su adhesión, se comprometen a revisar y modificar las políticas, los planes y las normas existentes a nivel urbano para favorecer la creación de sistemas alimentarios justos, resilientes y sostenibles. También se proponen impulsar y desarrollar políticas encaminadas a apoyar la producción urbana y a poner en marcha sistemas logísticos de distribución con bajo impacto ambiental.
La tarea no es sencilla. Por eso, y como punto de partida para organizar su propio sistema alimentario, las ciudades cuentan con un Marco de Acción que va proponiendo recomendaciones que pueden ser abordadas de forma progresiva. Entre ellas, se mencionan: preparar un contexto favorable para la adopción de buenas prácticas; promover dietas saludables, seguras, culturalmente adecuadas, ambientalmente sostenibles y fundadas en los derechos; reducir el desperdicio de alimentos; fomentar el funcionamiento de comedores y huertos urbanos, el empleo local y la integración de la agricultura urbana y periurbana en los programas municipales.
La clave del éxito: el trabajo conjunto
El Pacto de Milán inició su andadura hace cinco años y se propuso unos objetivos ambiciosos. Ahora, las ciudades firmantes están trabajando para avanzar en ellos e involucrar a todos los actores; porque cada uno ha de hacer su parte: las administraciones, el sector privado, la sociedad civil y cada uno de nosotros. Solo nos resta confiar en que cada vez serán más las urbes que se sumen al Pacto y avancemos todos hacia una sociedad más justa y mejor alimentada.