¿Y si medimos el impacto ambiental de nuestros alimentos?

Nos gusta repetirlo con frecuencia: lo que ponemos sobre nuestros platos puede cambiar el mundo. Los alimentos que elegimos no tienen el mismo impacto ambiental y puede ser que, frente a las góndolas de un supermercado no tengamos claro qué elecciones son mejores que otras a la hora de contribuir al cuidado del planeta. La buena noticia es que cada vez somos más los consumidores que queremos tener acceso a la información de los productos que compramos; sin embargo, lo malo es que nuestras decisiones de compra consciente dependen, en gran parte, de decisiones que tomaron mucho antes las empresas de la industria alimentaria.
Caminando hacia una nueva valoración ecológica
A la hora de formular sus productos, las empresas alimentarias son las que seleccionan a sus proveedores, negocian un precio por las materias primas y definen las formas de elaboración y distribución de los alimentos que comercializan.
Es cierto que a nivel internacional ya están circulando sellos ambientales y certificaciones que señalan que un producto está realizado bajo un criterio sostenible. Por su parte, la Unión Europea se encuentra trabajando actualmente en un estándar, la Huella Ambiental de Producto. Una vez concretado este proyecto, los países europeos trabajarán en sistemas de puntuación propios y aquí es cuando la minuciosidad de los datos resulta fundamental.
Porque para saber que las decisiones de las empresas alimentarias fueron hechas a la luz de la ética ambiental, como consumidores tenemos que saber que todas las variables ambientales han sido tomadas en cuenta para que ese producto llegue al puesto de venta. Podemos tomar decisiones en función de la huella de carbono, el bienestar animal o la alimentación de los animales aptos para el consumo. ¿Se alimentaron a base de soja proveniente de la otra punta del mundo? ¿de cereales que acabaron con la biodiversidad de una región? En otras palabras, caminamos hacia una nueva puntuación ecológica que pretende hilar muy fino en toda la cadena de producción y suministro.
Más datos para tomar decisiones más conscientes
Una de las start-ups que están pisando fuerte en cuanto a este tema es Carbon Maps. La francesa que acaba de desembarcar en España no pretende crear las certificaciones, sino proporcionar los datos para diseñar herramientas efectivas que permitan realizar los cálculos que estos nuevos sellos exigirán.
¿Cómo lo hace? A través de la inteligencia artificial, recopila y analiza datos de todas las fases de la cadena alimentaria, desde los agricultores hasta los consumidores. Estos datos están dispuestos en una plataforma integral de gestión climática basada en datos científicos para la industria alimentaria. Gracias a ella, cualquier marca de la industria puede medir la huella ambiental de sus productos, ingredientes o materias primas.
Y no hablamos solo de emisiones de carbono, sino de cuestiones como la biodiversidad, el uso del agua y el bienestar animal.
La transformación de nuestros sistemas alimentarios requiere de la participación de todos los agentes implicados.
¿Qué opinas sobre la inteligencia artificial como herramienta para potenciar la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios? ¿Conoces otras empresas con propuestas valiosas? ¡Síguenos en redes sociales para saber más!