Entrevista a la Dra. Deborah Burks: “La obesidad pasa factura en todos los ambientes”

Entrar en el imponente Centro de Investigación Príncipe Felipe es una invitación a ver a través de los ojos de la ciencia los problemas que nos preocupan a todos. La ciencia es futuro y, para la Dra. Deborah Burks, directora del Centro e investigadora del Laboratorio de Endocrinología Molecular, “es fundamental que llegue a los ciudadanos, que en definitiva son las personas que lo necesitan”. Actualmente investiga sobre la diabetes y la obesidad, con el objetivo de comprender el papel de la insulina y los fallos de un proceso complejo llamado señalización. Hablamos con ella sobre las preocupantes cifras de obesidad y sobrepeso y cómo el alimento influye en nuestra salud.
Para el año 2025, según estimaciones de la ONU, unos 167 millones de personas tendrán peor salud debido a la obesidad o al sobrepeso. “Mucho antes de la pandemia global de COVID-19 habíamos evidenciado cifras de sobrepeso y obesidad muy preocupantes, y en ese entonces ya se hablaba de considerarlas una pandemia. En definitiva, la frecuencia ya era tan elevada que podemos aplicar la palabra pandemia de forma adecuada”, señala la Dr. Burks.
Buscar formas de combatir estos flagelos es fundamental. En primera instancia, para mejorar la calidad de vida quienes lo padecen, ya que su vida diaria está marcada por dolores articulares y otras complicaciones. Estas personas son más propensas a padecer otras enfermedades, como alteraciones en la vista, problemas de fertilidad, diabetes, cáncer y cardiopatías. Además del coste personal, las personas obesas o con sobrepeso son más propensas a tener problemas psicológicos y es común que sean víctimas de bullying. Incluso, en la edad adulta, tienden a tener problemas para insertarse en el mercado laboral y sobrellevar las exigencias de su trabajo.
Necesitamos planes personalizados
Por otra parte, supone un coste económico muy elevado para el sistema público de salud. Porque si una persona padece obesidad desde una temprana edad, es probable que el problema se extienda durante toda su vida. “La obesidad pasa factura en todos los ambientes y tiene consecuencias personales, sociales y económicas muy importantes. Tenemos que solucionarlo a través de planes personalizados, de un plan de ataque ajustado a las características de cada persona”, agrega Burks.
Y la culpa de todo la tiene la desigualdad. Se ha probado que existe una relación estrecha entre la pobreza y los grupos más afectados por la obesidad, el sobrepeso y la diabetes, una de sus enfermedades asociadas. “En general, son personas de un nivel socioeconómico bajo, con pocos recursos y que poseen un bajo nivel de estudios. Otro grupo afectado son quienes viven en zonas rurales, porque tienen mayor dificultad de acceder a supermercados con una oferta de productos saludables”, agrega la doctora.
Eso ocurre principalmente en países cuyas zonas rurales se encuentran alejadas de la ciudad y no cuentan con grandes tiendas de comercio. En EE.UU. y España, por ejemplo, las zonas rurales son donde hay mayor tendencia a la obesidad. “Imagínate un abuelito que para comprar alimento saludable tiene que depender de alguien que lo lleve en coche a un pueblo más grande o a una ciudad. En EE.UU. es frecuente que, en estos casos, la única alternativa sea comprar alimentos en una gasolinera, donde pueden comprar algunas cosas como queso y frutos secos, pero nunca alimentos frescos. No es más que otra muestra de desigualdad que vemos en estas zonas”, explica.
Prevención desde la cocina
Es evidente que acceder a una dieta sana es básico para prevenir enfermedades. La Dra. Burks explica que durante los meses de gestación la dieta de la madre es importante para mantener su peso corporal y alimentar adecuadamente al feto. “El peso del feto determinará la salud para el resto de su vida y, por ejemplo, si nace de una madre con diabetes gestacional, tendrá un riesgo más elevado de padecer enfermedades metabólicas en su vida adulta. Es importante tener en cuenta que existe una relación estrecha entre el metabolismo y la grasa, y la insulina y el desarrollo adecuado del cerebro. Por eso es clave el concepto de salud maternal y la intervención del sistema sanitario para aportar cuidados suficientes e información sobre la dieta de la madre en esta etapa”, señala Burks.
Ahora, ¿qué estamos haciendo mal para que las cifras sigan aumentando? En primer lugar, debemos mejorar la calidad de la oferta de los productos alimentarios. “Tenemos que examinar cómo y qué hacemos con los alimentos. Comprar verduras y dedicar media hora a cortar y preparar la comida es una forma de acondicionar el organismo biológicamente a recibir y procesar la comida. Que no tiene nada que ver con abrir un paquete de patatas fritas y comerlo en cinco minutos”, señala Burks. Y lanza un dato alarmante: solo con consumir tan solo 100 calorías más al día durante un año, aumentarías 10 kilos. Esto significa que, si sigues así, en dos años, podrías padecer sobrepeso.
Hay que seguir una dieta saludable, sí. Otra cosa es poder pagarla. La Dr. Burks destaca que las subvenciones a los alimentos saludables serían de gran ayuda para evitar las enfermedades metabólicas y la obesidad, ya que están relacionadas con la capacidad de las familias de adquirir productos de calidad. De hecho, en el caso de la mayoría de las personas con diabetes, el 90% puede corregir la resistencia a la insulina a través de una dieta saludable y ejercicio físico, pero para eso se necesitan dos cosas: tiempo y dinero.
Para resolver el impedimento económico, el consumo de frutas y verduras frescas y de temporada puede ser parte de la estrategia. “Son más económicas y más saludables porque los nutrientes en estos alimentos están mucho más disponibles para el cuerpo humano. Además, conectamos de otra manera con el alimento, fomentamos la economía local y apoyamos al pequeño productor”.
Por otro lado, las estrategias para abordar la obesidad y el sobrepeso por parte del personal médico deben ser personalizadas y tener en cuenta que se trata de una enfermedad multifactorial. Y la comunicación también debe ser efectiva, empoderando a las personas a responsabilizarse de lo que comen y brindando información en positivo sobre la alimentación saludable, tanto en la relación médico-paciente como a través de campañas de sensibilización o etiquetado de alimentos.
De la familia a las políticas públicas
Y las familias también tienen que hacer su aporte. Los padres tienen la responsabilidad de que sus niños adopten una dieta saludable y de evitar que las pantallas afecten su estilo de vida y desarrollo cognitivo. Implicarlos en la cocina es una forma de aumentar la autoestima, les da un papel en la estructura familiar y aprenden a discernir entre alimentos sanos y no sanos. “Cocinar es una forma de hacer ciencia. Cada comida que preparamos es un experimento, la cocina es un laboratorio y al final del proceso, nos da alegría descubrir nuevos sabores”, explica Burks con una sonrisa.
Nunca está de más repetir que las políticas públicas son fundamentales para aliviar la situación. Hasta hace unos pocos meses, España no contaba con una estrategia para abordar la obesidad y acaba de lanzar el Plan Estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil. “Ya era hora. Llevábamos años con cifras muy elevadas y la comunidad científica ya no sabía cómo advertir de que había que actuar de forma urgente para prevenir este problema de salud pública”, explica. La experta sostiene que además de un plan infantil sería bueno abordar una estrategia más generalizada para atacar el problema en adultos. “En el mejor de los casos, si tomas la obesidad como un problema general y consigues revertir los hábitos en los padres, ya has liberado a la familia de este problema”, señala la doctora.
Además de la línea de investigación que dirige la Dr. Deborah Burks, el Centro Investigación Príncipe Felipe lleva adelante otros estudios, como el que dirige el Alfonso Benítez-Páez sobre la microbiota y cómo los alimentos que ingerimos se relacionan de forma directa con nuestra flora intestinal. “Comer cinco frutas y verduras al día y tener una dieta rica en fibra genera una colonia de microbiota muy distinta a comer carne y productos procesados. Ya la ciencia está llegando a la perspectiva que mi madre tenía cuando yo era pequeña: eres lo que comes. Una filosofía básica que todos deberíamos seguir”, señala la Dra. Burks.