Entrevista a Felicitas Schneider: “No hay una bala de plata para resolver este problema”

En vísperas del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, hablamos de este tema tan preocupante con la Dra. Felicitas Schneider, coordinadora de la Iniciativa de Colaboración sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos lanzada en la Reunión de Jefes Científicos Agrícolas de los países del G20, y afiliada al Instituto Thünen de Análisis de Mercado. ¡No te lo pierdas!
¿Cuáles son las consecuencias de la pérdida y el desperdicio de alimentos (FLW, por sus siglas en inglés)?
El FLW tiene varias consecuencias negativas a escala mundial. Los alimentos consumen muchos recursos durante su producción y transformación, lo que conlleva un impacto medioambiental relevante, por ejemplo, debido a las emisiones liberadas. Se calcula que entre el 8 % y el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se deben a la pérdida y el desperdicio de alimentos. Además, la demanda de agua de los productos alimentarios que al final no son consumidos por el ser humano es enorme y se calcula que equivale a tres veces el volumen de agua del lago Lemán al año.
Además, una gran cantidad de alimentos se deposita en vertederos a escala mundial sin ningún tratamiento previo, lo que provoca una mayor liberación de metano debido a la degradación microbiológica anaeróbica. Pero también hay un impacto económico considerable en caso de que los alimentos ya producidos no se vendan para ser consumidos, lo que conlleva, por ejemplo, pérdidas de ingresos para los agricultores. Además, si algunos países demandan más alimentos de los que realmente necesitan, inducen precios más altos a escala mundial que ya no son asequibles para otros países y, por tanto, reducen el acceso a alimentos suficientes para grupos específicos.
Otro impacto social negativo se refiere no solo a los 780 millones de personas hambrientas, sino también al hecho de que los alimentos que más se pierden y desperdician son los más ricos en nutrientes, como la fruta, la verdura, la carne y el pescado. La tierra cultivable utilizada para producir alimentos que se pierde y desperdicia no puede utilizarse para otros fines y puede inducir también conflictos por el uso de la tierra en algunas regiones. La reducción considerable del FLW se reconoce como una acción importante para contribuir al déficit previsto de tierras, al desfase entre la producción y la demanda de alimentos y a la necesidad urgente de reducir las emisiones procedentes de la agricultura en las próximas décadas.
¿Qué importancia se está dando a este problema en la agenda mundial?
Los hechos antes brevemente resumidos son la razón por la que reducir a la mitad el FW (el desperdicio) y reducir el FL (la pérdida) forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, pero aún nos queda mucho camino por recorrer. Con el fin de crear conciencia hacia el subobjetivo 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, nuestra Iniciativa de Colaboración sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos apoyó al gobierno de Argentina en 2018 para presentar una propuesta a las Naciones Unidas para implementar el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. Se puso en marcha el 29 de septiembre de 2020 por primera vez y su objetivo es apoyar las actividades mundiales en curso, compartir las mejores prácticas y motivar a las partes interesadas y a los particulares para que se sumen a las acciones de prevención. Nosotros, como Instituto Thünen, por ejemplo, organizamos actos públicos ese día en colaboración con otras iniciativas. Allí, procesamos junto con el público los excedentes de alimentos rescatados que estaba previsto que se desperdiciaran y, paralelamente, proporcionamos información sobre las consecuencias del FLW, así como posibles medidas de prevención para todo el mundo. Pero aunque hay muchos casos de éxito, todavía tenemos que trabajar en la optimización de los procesos, así como en el comportamiento y las actitudes de los ciudadanos, para lograr avances considerables.
Estamos en la era de la hiperconexión y las tecnologías disponibles son cada vez más avanzadas, ¿por qué seguimos sin encontrar cadenas de suministro más eficientes que eviten el despilfarro haciéndolo llegar a las personas que más lo necesitan?
En los últimos años, se ha avanzado considerablemente en el desarrollo y la aplicación de herramientas como la inteligencia artificial (IA) para apoyar la planificación de la producción y la previsión de la demanda en distintos niveles de la cadena de suministro alimentario. Creo que el uso de estas herramientas aumentará en los próximos años y que habrá cada vez más cooperación entre proveedores y clientes para optimizar aún más los procesos en su relación. Paralelamente, tenemos que dirigirnos también al público y a los responsables políticos.
El cambio de comportamiento de los individuos es muy difícil y requiere mucho tiempo, pero hay tendencias prometedoras que apuntan a que la generación joven es más sensible a las cuestiones medioambientales y sociales y que las actividades de estímulo pueden abordar y aprovechar el potencial de cambio. No obstante, hay que tener cuidado con las compensaciones, que no están bien estudiadas en la actualidad, para evitar el trasvase del impacto negativo de una parte interesada a otra. Así pues, los responsables políticos deberían mejorar las herramientas científicas para supervisar la eficacia y la eficiencia de las medidas de prevención del FLW.
¿Estamos hablando de un problema multifactorial?
Sí, la prevención del FLW es muy compleja debido a las complejas cadenas de suministro de alimentos y a las interrelaciones económicas y sociales relacionadas. Tenemos que abordar las compensaciones para encontrar la mejor solución a lo largo de las cadenas de suministro de alimentos con el fin de lograr estrategias sostenibles para el futuro. Por tanto, seguimos necesitando más cooperación entre responsables políticos, investigadores, empresas y otras partes interesadas.
Hay iniciativas valiosas, como en Corea, donde los ciudadanos pagan por sus residuos, o en California, donde las tiendas de comestibles deben donar los alimentos que no venden. ¿Considera valiosas estas iniciativas? Si es así, ¿conoce otras propuestas que puedan inspirar a ciudades de todo el mundo?
No hay una bala de plata para resolver este problema, y esto incluye que cada medida de prevención del FLW debe seleccionarse cuidadosamente en función de las condiciones del contexto local, como las normas sociales, el comportamiento, las actitudes y la percepción de la población regional, la infraestructura disponible y muchos otros factores. Por ejemplo, el sistema “Paga por lo que tiras” (PAYT, por sus siglas en inglés) se adapta muy bien a las sociedades acostumbradas a comportarse según las leyes y fuertes normas sociales que obligan al individuo a hacerlo.
En otras comunidades, estos sistemas solo inducirían al vertido ilegal (tirar los restos de comida en algún sitio pero no en la recogida organizada de residuos) o al llamado turismo de residuos (deshacerse de sus residuos, por ejemplo, en la oficina, la universidad u otros lugares públicos).
La obligación de donar excedentes alimentarios debe enmarcarse en medidas de acompañamiento que garanticen, por ejemplo, que la calidad de los productos donados es segura y que la logística para redistribuir esos alimentos está asegurada. Debe existir una estrategia global y un conjunto de medidas de prevención que se apoyen mutuamente para lograr un impacto positivo. Esto incluiría también un sistema de supervisión para poder seguir los cambios, identificar las compensaciones y reajustar en consecuencia. Por desgracia, en la mayoría de los casos echamos de menos estos sistemas de vigilancia.
Además, debemos tener en cuenta que la prevención de la pérdida y el desperdicio de alimentos en origen debe ser la máxima prioridad y que otras medidas como la redistribución y la transformación de excedentes, etc., son solo medidas para gestionar las disfunciones del sistema, pero no para resolver el problema en sí. Soy consciente de que la estrategia de cero residuos no es posible en todas partes y en cualquier momento, pero debería ser la visión.
¿El problema es el mismo en todos los países o hay más residuos en los países ricos que en los pobres?
Según los recientes informes de la FAO y el PNUMA, que se encargan de hacer un seguimiento de los progresos del ODS 12.3 mediante el Índice de Pérdida de Alimentos y el Índice de Desperdicio de Alimentos, el problema es más o menos el mismo en todas partes.
Las suposiciones anteriores de que la pérdida de alimentos solo es un problema en el Sur Global y el desperdicio de alimentos es un problema en las regiones industrializadas resultaron no ajustarse a la realidad. Las razones de la pérdida y el desperdicio de alimentos pueden diferir, pero tenemos que aplicar medidas y lograr avances en ambos indicadores en todos los países.
¿Es necesario respetar estrictamente las fechas de caducidad de todos los productos? Es decir, al día siguiente de la caducidad de un producto, ¿ya no se puede comer o depende del alimento?
En Europa, las fechas más utilizadas son la de consumo preferente (BBD, por sus siglas en inglés) y la de caducidad. La BBD solo se refiere a características específicas (esperadas o prometidas) de un determinado producto y determinadas por el productor de alimentos. Esto significa que la mayoría de los productos son seguros para el consumo también después de alcanzar la BBD. Puedes utilizar los sentidos para detectar si la comida sigue siendo comestible o no: la vista, el olfato y el gusto.
La fecha de caducidad solo debe utilizarse para los productos superperecederos en los que exista riesgo de impacto perjudicial para la salud debido al deterioro microbiológico. Los productos etiquetados con una fecha de caducidad ya no deben consumirse. También hay que tener en cuenta que hay muchos productos que se venden sin envasar y no disponen de etiquetado de fechas. También en este caso, los consumidores deben utilizar los sentidos y su experiencia para decidir si el alimento sigue siendo seguro para el consumo.
La tecnología avanzada también podrá respaldar decisiones basadas en datos reales relacionados con el estado real de alimentos perecederos como carne cruda, pescado, mayonesa, etc., introducidos en envases activos y supervisados por diferentes indicadores que muestran el estado de los alimentos. Espero que se pase del etiquetado estático de fechas a uno dinámico que aumente el uso de los alimentos.
Si como ciudadano quiere hacer todo lo que esté en su mano para evitar la pérdida y el desperdicio de alimentos, ¿qué serie de acciones debería emprender?
Desde mi punto de vista, es necesario abordar el problema de forma holística y, por tanto, la colaboración entre las partes interesadas parece ser una clave importante para aplicar las medidas ya existentes. Además, es necesario saber más sobre los avances que pueden lograrse en la práctica, por lo que también hay que desarrollar y aplicar herramientas de seguimiento. El objetivo es seguir los avances e identificar las ventajas y desventajas y poder ajustar en consecuencia las medidas aplicadas.
La prevención de la pérdida y el desperdicio de alimentos no debería ser una carga, y los esfuerzos adicionales que se realicen en futuros sistemas alimentarios resilientes que beneficien a todas las partes interesadas deberían percibirse como algo natural.