Ganadería familiar: biodiversidad, sostenibilidad ambiental y progreso social

En cada bocado de carne que disfrutamos, nos encontramos cara a cara con una verdad incómoda: nuestras decisiones están dejando una huella profunda en el aire que respiramos, en la tierra que habitamos y afectando a la biodiversidad. Y todo parecería indicar que cada vez consumiremos más porque, lógicamente, somos más, pero también porque nuestras dietas y nuestro estilo de vida han cambiado a lo largo de la historia. Ahora, ¿es posible seguir comiendo carne y bajar las emisiones de carbono? ¿Todos los modelos ganaderos son perjudiciales?
Empecemos. Hasta el momento, el modelo que ha ganado terreno en las últimas décadas ha sido el de la ganadería intensiva, un sistema con un objetivo concreto: generar la mayor cantidad de alimento posible para proveer de proteína animal a la mayor cantidad de personas en el mundo. Ten en cuenta que, actualmente, la carne, la leche y los huevos proporcionan el 34% de la proteína que se consume en todo el mundo, además de micronutrientes esenciales como la vitamina B12, vitamina A, hierro, zinc, calcio y riboflavina, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los resultados de esta exigencia a lo largo de los años ya los conoces: el calentamiento global, el deterioro de los suelos, la contaminación del agua con excrementos de los animales y fertilizantes, el estrés hídrico, la deforestación y la pérdida de biodiversidad… Entonces, ¿qué podemos hacer?
Producir y conservar es posible
Hay otra manera de hacer las cosas, y el caso de León, en España, es una prueba de ello. Recientemente, las explotaciones agrosilvopastoriles de las montañas de esta zona han sido reconocidas por FAO como uno de los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM). En este paisaje cultural los y las pequeñas productoras llevan a cabo una actividad agrícola, ganadera y forestal, y aún conservan sus conocimientos tradicionales, útiles para promover el desarrollo sostenible. Analicemos su caso.
- Un clima favorable
Las diferencias climáticas en las montañas de León hacen que los pastos sean de gran calidad, por lo que el pequeño productor no necesita suministrar suplementos nutricionales al ganado. De la tierra al animal, sin intermediarios.
- Un ecosistema en armonía
La diversidad de usos del suelo con bosques (castañares, hayedos, abedules, enebros, robledales, entre otros), pastos y zonas de cultivo generan un espacio de convivencia de agricultura, ganadería, silvicultura, recolección, caza y pesca en un mismo espacio que le da a la zona un gran valor agroecológico.
- En estrecha relación con la naturaleza
Además de generar alimento de forma sostenible, las personas ganaderas cuidan del monte, de los manantiales y conservan las sebes, unos cerramientos naturales típicos de la zona que sirven de abrigo para los animales autóctonos. Tienen una cosa muy clara: saben que para producir la mejor carne, el ecosistema debe estar en armonía y en ello, los animales silvestres cumplen un papel muy importante. En definitiva, una gran biodiversidad hace más resiliente el sistema y el entorno y las personas que apuestan por él ganan flexibilidad frente a las fluctuaciones del cambio climático.
- Más estabilidad para la zona
Un ecosistema en el que los niveles de producción y biodiversidad están en armonía, trae aparejada una economía más sostenible, que permite a las personas productoras planificar mejor. A lo largo de los años y a pesar de las crisis, León se ha mantenido erguida y su autonomía en cuanto a alimentación hizo que en la región nunca faltara producto de proximidad. Asimismo, las prácticas tradicionales refuerzan el sentido de pertenencia y el valor patrimonial que forma parte de la identidad de la región, un legado sostenible que merece ser perpetuado.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mejorar las prácticas de gestión e inspirarse en prácticas como en las de León podría reducir las emisiones de los sistemas ganaderos en aproximadamente un 30%. Al final del día, no se trata de demonizar todas las formas de producir carne, sino de poner el foco en producirla teniendo en cuenta que los recursos naturales son finitos y valiosos.
Hacia una producción ganadera más sostenible
Por ello, la FAO trabaja para transformar y hacer que los sistemas ganaderos sean más sostenibles, productivos y resilientes impulsando iniciativas enmarcadas en el Decenio de la Agricultura Familiar, un periodo que tiene como objetivo aportar una nueva perspectiva sobre el importante papel que desempeñan los y las campesinas familiares en la erradicación del hambre y la construcción de nuestro futuro alimentario.
A pesar de su valor y sus ventajas, la agricultura familiar es muy vulnerable a las fluctuaciones del mercado, a la pérdida de la producción y al cambio climático. De ahí la importancia de brindarles apoyo a través de mejores tecnologías, políticas para un acceso justo a la tierra, datos y ayudas para ingresar y mantenerse competitivos en el mercado.
De acuerdo con la organización, la ganadería familiar nos ofrece seis beneficios de primer orden:
- Garantiza una mejor nutrición, porque la carne es una fuente rica en nutrientes esenciales, como proteínas de alta calidad, vitaminas y minerales, que son fundamentales para una dieta equilibrada y nutritiva.
- Promueve la seguridad alimentaria al criar animales para consumo de sus familias, reduciendo así la de fuentes externas y acortando las cadenas de suministro y la contaminación que se asocia a ella.
- Mejora los medios de vida, porque es una importante fuente de ingresos para los pequeños productores. La venta de animales, productos lácteos u otros productos ganaderos puede generar ingresos que se utilizan para cubrir necesidades básicas, adquirir o intercambiar por otros alimentos y mejorar la calidad de vida de las familias. Además, contribuye a generar empleo en la zona y fomentar que más personas apuesten por el medio rural.
- Gestiona mejor los recursos naturales, porque los y las pequeñas ganaderas suelen tener una relación más cercana con la tierra y los recursos naturales locales. La ganadería familiar puede fomentar prácticas de manejo sostenible, como el pastoreo rotativo y la conservación de pastizales, lo que contribuye a la conservación del suelo, la biodiversidad y la salud del ecosistema.
- Protege el medio ambiente y contribuye a un desarrollo sostenible, en especial en las zonas rurales.
- Fomenta el progreso social, porque no solo genera empleo, sino que fortalece la participación comunitaria, preserva la cultura y las tradiciones, facilita la transferencia de conocimientos y capacidades, y contribuye a la conservación del paisaje y la biodiversidad.
Las personas implicadas en la ganadería familiar son los agentes de cambio que necesitamos para lograr el Hambre Cero, un planeta más equilibrado y resiliente, y así alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¡Apoyémoslos con nuestra compra!
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